El placer de la compañía que brinda
una mascota, formar parte de su proceso de crecimiento y aprendizaje, compartir
emociones con un ser vivo con el que siempre se puede hablar, juguetear una
tarde en un rincón de la alfombra, acariciar su pelaje y ser recibido en casa
con alegría, son grandes ventajas para decidir adoptar. Eso, sin sumar las
cualidades humanas que se potencian al compartir con el animal. Por eso se
afirma que tener una mascota es una experiencia enriquecedora para el hombre.
Sin embargo, también exige profundas
reflexiones porque implica grandes responsabilidades. Se trata de darle la
bienvenida a un nuevo integrante del hogar, un ser vivo que merece respeto y
calidad de vida por parte de aquellos “seres racionales” que decidieron un día
acogerlo.
Y aún cuando las intenciones sean
las mejores, es necesario tomar conciencia de que no todas las circunstancias
personales o familiares son las más indicadas para recibir adecuadamente a un
animal acompañante.
Los veterinarios Arnoldo Fuenmayor y
Daniel Araiz (homeópata de mascotas) compartieron algunos elementos relevantes
a tener en cuenta si se está considerando la posibilidad de recibir a un nuevo
miembro en casa.
¿Por qué quiero una mascota?
Sólo de la meditación de esta
pregunta se podrá definir si se trata de una aspiración responsable de compañía
comprometida, o un simple capricho. Al respecto, Araiz indica que aceptar una
mascota por un arranque impulsivo es “el error más frecuente que cometemos y
las consecuencias las termina pagando el animalito, ya sea por maltrato o
abandono”. Una mascota no es un peluche, un juguete para que los niños se
diviertan, ni un regalo para complacer. Es una criatura que dependerá del
cuidado que se le dé y de la entrega responsable de su dueño. Araiz comparte su
inquietud por la cantidad de mascotas que abandonan amarradas a las puertas de
los consultorios veterinarios. “No se deben tomar decisiones contando con la
caridad de los otros. Hay que aceptar las consecuencias de nuestros actos”.
¿Soy capaz de asumir todo lo que
implica?
Ponga las cartas sobre la mesa: ¿Qué
pasará cuando ensucie una alfombra nueva, haga sus necesidades en cualquier
lugar, llore durante la noche, tire el costoso jarrón, los vecinos se quejen,
se infeste de pulgas, se escape de su jaula y se esconda por los rincones,
surja una emergencia médica en la madrugada, arañe el sofá o se coma los
zapatos?¿Qué pasará cuando crezca y deje de ser un tierno cachorro, o cuándo
envejezca y requiera la atención y afecto que necesita un anciano?
Un animal es un ser vivo que puede
cometer errores. Y éstos no se solucionan con violencia sino con educación.
Resulta que los veterinarios son solicitados para la eutanasia de más animales
de compañía porque “no se comportaban” que por razones médicas. Pero, en
realidad, quien ha fallado no es la mascota, sino su dueño. Se debe aceptar que
hay un margen de daños hogareños que forman parte de la experiencia de
compartir con un animal.
Y es que, quizás, una de las
verdades que se deben asumir es que las mascotas no pueden ser evaluadas desde
patrones humanos. Como bien insiste César Millán en su libro "El
Encantador de Perros" (Aguilar, 2009), los animales no son humanos, por lo
que no se puede esperar que se comporten como tales.
¿Tengo tiempo?
Las mascotas ocupan, exigen y
merecen tiempo desde el mismo momento en que se toma la decisión consciente de
llevarla a casa. No importa cuán cansado se haya llegado del trabajo, si se
trata de sacarlo a pasear (tres veces al día recomiendan para los perros de
apartamento), peinar su pelaje, asearlo, jugar, alimentarlo, ejercitarlo,
limpiar su jaula y más, no hay excusa. Araiz insiste en que el aislamiento y la
ausencia de feed back influyen en el carácter del animal. “Hay que ofrecerle
calidad de tiempo: hablarle, acariciarle, atender sus necesidades...”. De modo
que las familias con horarios muy restringidos deben considerar, más que un
perro o un gato, un pececito, una tortuga o un hámster. ¡Ojo! Eso no significa
que con estas especies se pueda olvidar de todo… También exigen lo suyo.
¿Y espacio?
Quizás uno de los puntos más
álgidos. ¿Cuántos perros medianos o de gran tamaño viven en apartamentos?
¿Cuántos requieren drenar diariamente enormes dosis de energía y están
atrapados en cuatro paredes? Las dimensiones del animal no es lo único a
analizar. Hay especies o razas que si bien son de “formato pequeño” se
caracterizan por ser hiperactivas y demandan metros cuadrados a su disposición.
Por eso los caracteres del animal también juegan un papel preponderante en el
proceso de reflexión. Para Fuenmayor “leer bibliografía y asesorarse con un
veterinario es la mejor opción”.
¿Mis finanzas lo permiten?
Fuenmayor explicó que si bien el
costo inicial de una mascota puede variar radicalmente entre especies y razas,
su manutención siempre sumará algunas cifras mensuales al presupuesto familiar.
Esto incluye alimento e implementos para su cotidianidad (como cestas para
dormir y juguetes en caso de perros y gatos), jaulas, acuarios y sets de
entrenamiento para pájaros, peces y roedores, y vacunas, desparasitaciones,
consultas veterinarias de control, gastos de emergencia, medicamentos,
peluquería, clases de entrenamiento, etcétera. Así pues, “si usted no puede
permitirse todos estos gastos, realmente no debería tener una mascota” afirmó el
doctor Mark Russak de la Clínica de cuidados de la facultad de medicina
veterinaria de la Universidad de Misisipi (en http://msucares.com/espanol)
¿Una mascota se adapta a mi vida?
Una persona de la tercera edad
adopta un cachorro. Uno que, por su juventud, está lleno de energía y exige un
ritmo acelerado de vida que su dueño no puede ofrecer. En este caso, es más
prudente adquirir un perro maduro con las mismas necesidades de serenidad y
compañía. ¿La familia acostumbra viajar en vacaciones? ¿Qué harán, entonces,
con el animal en esa época del año? ¿Algún miembro es alérgico? ¿Qué pasará con
el pelaje o el plumaje de las mascotas? ¿Los padres están dispuestos a que sus
hijos experimenten de cerca la pérdida de un ser querido cuando la mascota
muera? Un animal de compañía no se adquiere sólo porque sea bonito o simpático:
conocer las características de la raza, su temperamento, el tamaño que
alcanzará, su energía, su mantenimiento y predisposición a enfermedades es
fundamental para verificar su verdadera compatibilidad con el grupo familiar
que lo acogerá.
Beneficios de una mascota en casa
.- Un animalito de compañía nos pone
en contacto con lo más ancestral del ser humano.
.- En niños y adolescentes, una mascota
promueve la madurez, pues le da valor al compromiso adquirido.
.- Sus dueños se hacen más sensibles
y tolerantes, porque entienden que los demás tienen sus propias necesidades,
temperamentos y formas de expresarse, y eso debe ser respetado.
.- Cuidar de alguien más motoriza la
organización y la disciplina para cumplir con todas las responsabilidades
personales, profesionales y con la mascota.
.- Niños y adolescentes sienten
mayor confianza en sí mismos (aumenta la autoestima) una vez que los padres depositan
en ellos algunas de las tareas del cuidado de la mascota. Es un modo de
decirle: “Te siento capaz y te apoyo”.
.- La presencia de un animal de
compañía suele estrechar los lazos familiares puesto que se convierte en un
tema de interés para todos, del que pueden conversar libremente y que puede
servir de ejemplo a los padres para afinar algunos aspectos en la educación de
los hijos.
.- Despiertan el sentido de la
responsabilidad. Incluso, hay estudios que han revelado aumento en la
inteligencia de los niños, mejores habilidades sociales y cognitivas,
regulación de la rebeldía en adolescentes, disminución del sentimiento de
soledad en los ancianos y recuperación temprana de enfermedades, mejora del
humor, motivación hacia el deporte, satisfacción de necesidades psicológicas
como afectividad, sentido de pertenencia y liberación del estrés, entre otros.
.- Ellas pueden enseñar a los más
pequeños las particularidades del ciclo de la vida: nacer, crecer,
desarrollarse y morir. Cuando una mascota muere, suele ser la primera vez que
los niños se enfrentan al tema de la ausencia de un ser querido, lo que implica
un aprendizaje fundamental para la realidad humana.
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