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miércoles, 9 de octubre de 2013

El estudio de un neurólogo demuestra que los perros sienten emociones comparables a las de un niño.

"Sólo le falta hablar". No pocas veces surge esta frase cuando alguien observa la forma de mirar de un perro, su atenta reacción ante cualquier palabra que le dirigimos o sus gemidos de angustia, alegría o nervios cuando nos vamos, volvemos o está deseando salir a hacer sus necesidades diarias. Y cada expresión, con un tono o un sentido. "Como si fuera una persona", defendemos los que más los amamos.
Pues Gregory Bens acaba de dar un importante paso para que esa frase deje de ser mucho más que un dicho o una suposición. Neurólogo de la Universidad de Emory (Atlanta), acaba de terminar un estudio a través de un escáner sobre una docena de perros (incluido el suyo, Callie, un terrier mestizo rescatado de un refugio) que le ha permitido hacer una asombrosa afirmación: "Los perros son personas, también"

Ese es justo el titulo del artículo que publicó en 'The New York Times' tras su trabajo científico, ayudado por su amigo y educador de perros, Mark Spivak. Y con afirmaciones muy taxativas: "La capacidad de experimentar emociones positivas, como el amor y el apego, significaría que los perros tienen un nivel de sensibilidad comparable a la de un niño. Y esta capacidad sugiere un replanteamiento de la forma en que tratamos a los perros".
Su experimento es simple en el planteamiento pero muy complejo en su desarrollo. Básicamente introducir a los animales en un escáner de resonancia magnética y comprobar la reacción de su cerebro ante estímulos externos. Primero tuvo que vencer muchos 'prejuicios'. "La posibilidad de descubrir a las emociones animales asusta a muchos científicos. Después de todo, la investigación con animales es un gran negocio". Y no menos complejo: lograr la colaboración de los perros, pues sedarlos hacía inviable la investigación. "No se puede estudiar la función cerebral en un animal anestesiado. Por lo menos no algo interesante como la percepción o la emoción", según Bens.
Ahí fue vital la ayuda del entrenador Spivak. Él logró que Callie (y los otros 11 perros que participaron, mascotas de vecinos del científico que los pusieron a su servicio al saber la investigación que afrontaba el neurólogo) andaran por un tubo hasta llegar a un lugar en el que dejar fija la cabeza durante al menos 30 segundos, y todo ello con unos cascos protectores en las orejas para proteger sus sensibles oídos de los 95 decibelios de la resonancia.
Su estudio se centró en el núcleo caudado del cerebro de los perros, zona que en los hombres es vital para determinar cosas que nos gustan, sentimientos y querencias. Y el doctor Bens llegó a una conclusión: "La actividad en el caudado de los perros aumentó en respuesta a las señales de mano que indican alimentos, ante los olores de los humanos conocidos y por el regreso del dueño. ¿Estos hallazgos demuestran que los perros nos aman? No del todo. Pero muchas de las mismas cosas que activan el núcleo caudado humano, que se asocian con emociones positivas, también se activa en el caudado perro. Los neurocientíficos llaman a esto una homología funcional, y puede ser un indicio de emociones caninas".
Así que, la próxima vez que alguien se plantee abandonar a su perro, maltratarlo o tratarlo como si fuera su última compra en Amazon, que piense aquello de lo parecido que es su cerebro al de un niño. ¿Se lo haría a su hijo o a su sobrino? Quizás si es muy inhumano, sí. Pero como concluye Gregory Bens, "los perros, y probablemente muchos otros animales (especialmente nuestros parientes primates más cercanos), parecen tener emociones como nosotros. Y esto significa que tenemos que reconsiderar su tratamiento como propiedad".

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