El placer de la compañía de una mascota,
formar parte de su proceso de crecimiento y aprendizaje, compartir emociones
con un ser vivo, jugar con él, acariciar su pelaje y ser recibido en casa con
alegría, son grandes ventajas para decidir adoptar sin contar con la
potenciación de las cualidades humanas. Por eso se afirma que tener una mascota
es una experiencia enriquecedora para el hombre.
Sin embargo, también exige que
reflexionemos sobre ello, porque implica grandes responsabilidades. Se trata de
darle la bienvenida a un nuevo integrante de la familia, un ser vivo que merece
respeto y calidad de vida por los que deciden acogerlo.
Y aún cuando las intenciones sean las
mejores, es necesario tomar conciencia de que no todas las circunstancias
personales o familiares son las más indicadas para recibir adecuadamente a una
mascota.
Antes de adoptar, debemos hacernos las
siguientes seis preguntas:
·
¿Por
qué quiero una mascota?
·
¿Soy
capaz de asumir todo lo que implica?
·
¿Tengo
tiempo para él?
·
¿Tengo
espacio suficiente?
·
¿Mi
economía me lo permite?
·
¿Una
mascota se adapta a mi vida?
¿Por
qué quiero una mascota?
De la meditación de esta pregunta
podremos definir si se trata de un compromiso responsable de tener compañía, o
de un simple capricho.
El aceptar una mascota por un arranque
impulsivo, es el error más frecuente que cometemos y las consecuencias de este
impulso las termina pagando la mascota, ya sea por maltrato o abandono.
Una mascota no es un juguete para que
los niños se diviertan, ni un regalo para complacer a alguien; es una criatura
que dependerá enteramente del cuidado que se le dé y de la entrega responsable
de su dueño.
Si pretendemos tener una mascota,
debemos aceptar las consecuencias y no tomar decisiones contando con la caridad
de los otros, como dejarlo amarrado a la puerta de una protectora, de una
clínica veterinaria o en la calle, esperando que alguien se compadezca y lo
acoja.
¿Soy
capaz de asumir todo lo que implica?
Un animal es un ser vivo que puede
cometer errores; mientras sea cachorro, hará sus necesidades en cualquier
sitio, llorará por las noches, se esconderá en los rincones, arañará el sofá,
se comerá un zapato o tendrá que acudir al veterinario con una emergencia. Todo
esto no se solucionará con la violencia o con gritos, sino con educación.
Debemos aceptar que existe un margen de daños en el hogar que formarán parte de
la experiencia de compartir nuestra vida con un animal.
Una de las verdades que se deben asumir
es que las mascotas no pueden ser evaluadas desde patrones humanos. Ellos no
son humanos por lo que no podemos esperar que se comporten como tales, aunque
muchas veces lo tratemos como si lo fueran.
¿Tengo
tiempo?
Desde el mismo momento que tomamos la
decisión de llevar una mascota a casa, nos está exigiendo dedicarle un poco o
mucho de nuestro tiempo. Las necesidades de nuestra mascota son muchas: pasearle,
peinarle, jugar, asearle, ejercitarle, hablarle, acariciarle, educarle, atender
a sus necesidades, etc. El aislamiento y la falta de tiempo para con él,
influirán mucho en su carácter.
¿Tengo
espacio?
Las características del animal juegan un
papel muy importante en el proceso de reflexión. ¿Cuántos perros medianos o de
gran tamaño viven en apartamentos? ¿Cuántos necesitan diariamente quemar
energía y están atrapados entre cuatro paredes? Las dimensiones del animal no
es lo único que debemos analizar; ya que existen razas que, aunque tengan un
tamaño pequeño, se caracterizan por ser muy activas y necesitan de espacio a su
disposición. Informarse y asesorarse por
un experto es la mejor opción.
¿Mi
economía me lo permite?
Debemos tener muy presente que la
manutención de una mascota sumará algunas cifras mensuales al presupuesto
familiar. Aparte de la alimentación, están las vacunas, la desparasitación,
consultas veterinarias, medicamentos, gastos de emergencia, etc. Si no podemos
permitirnos estos gastos, no deberíamos tener una mascota.
¿Una
mascota se adapta a mi vida?
Debemos adoptar en consecuencia con
nuestra edad. Una persona mayor no debería adoptar un cachorro, ya que exige un
ritmo acelerado de vida que su dueño no podrá ofrecerle.
Pero no sólo debemos pensar en esta
cuestión, tan importante o más será qué hacer con la mascota cuando nos vayamos
de vacaciones o cuando comience a mudar el pelaje.
Resumiendo, podemos decir que un animal
de compañía no se adopta sólo porque sea bonito o simpático. Conocer las
características de su temperamento, el tamaño que alcanzará, su energía, su
mantenimiento y predisposición a enfermedades, es fundamental para verificar su
verdadera compatibilidad con el grupo familiar.
Beneficios
de una mascota en casa.
·
En
niños y adolescentes, una mascota promueve madurez, pues le da valor al
compromiso adquirido.
·
Sus
adoptantes se hacen más sensibles y tolerantes, porque entienden que los demás
tienen sus propias necesidades, temperamentos y formas de expresarse, y eso
debe ser respetado.
·
En
niños y adolescentes aumenta la autoestima una vez que sus padres depositan en
ellos alguna de las tareas del cuidado de la mascota.
·
La
presencia de una mascota suele estrechar los lazos familiares puesto que se
convierte en un tema de interés para todos, del que pueden conversar libremente
y que puede servir de ejemplo a los padres para afinar algunos aspectos en la
educación de los hijos.
·
Despiertan
el sentido de la responsabilidad. Incluso, hay estudios que han revelado
aumento en la inteligencia de los niños, mejores habilidades sociales y
cognitivas, regulación de la rebeldía en adolescentes, disminución del
sentimiento de soledad en las personas mayores y recuperación temprana de
enfermedades, mejora del humor, liberación del estrés…
·
Nuestras
mascotas pueden enseñar a los más pequeños las particularidades del ciclo de la
vida: nacer, crecer, desarrollarse y morir. Cuando una mascota muere, suele ser
la primera vez que los niños se enfrentan al tema de la ausencia de un ser
querido, lo que implica un aprendizaje fundamental para la realidad humana.
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