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sábado, 7 de mayo de 2016

Adoptar sí, pero con responsabilidad

El placer de la compañía de una mascota, formar parte de su proceso de crecimiento y aprendizaje, compartir emociones con un ser vivo, jugar con él, acariciar su pelaje y ser recibido en casa con alegría, son grandes ventajas para decidir adoptar sin contar con la potenciación de las cualidades humanas. Por eso se afirma que tener una mascota es una experiencia enriquecedora para el hombre.
Sin embargo, también exige que reflexionemos sobre ello, porque implica grandes responsabilidades. Se trata de darle la bienvenida a un nuevo integrante de la familia, un ser vivo que merece respeto y calidad de vida por los que deciden acogerlo.

Y aún cuando las intenciones sean las mejores, es necesario tomar conciencia de que no todas las circunstancias personales o familiares son las más indicadas para recibir adecuadamente a una mascota.
Antes de adoptar, debemos hacernos las siguientes seis preguntas:
·         ¿Por qué quiero una mascota?
·         ¿Soy capaz de asumir todo lo que implica?
·         ¿Tengo tiempo para él?
·         ¿Tengo espacio suficiente?
·         ¿Mi economía me lo permite?
·         ¿Una mascota se adapta a mi vida?



 ¿Por qué quiero una mascota?
De la meditación de esta pregunta podremos definir si se trata de un compromiso responsable de tener compañía, o de un simple capricho.
El aceptar una mascota por un arranque impulsivo, es el error más frecuente que cometemos y las consecuencias de este impulso las termina pagando la mascota, ya sea por maltrato o abandono.
Una mascota no es un juguete para que los niños se diviertan, ni un regalo para complacer a alguien; es una criatura que dependerá enteramente del cuidado que se le dé y de la entrega responsable de su dueño.
Si pretendemos tener una mascota, debemos aceptar las consecuencias y no tomar decisiones contando con la caridad de los otros, como dejarlo amarrado a la puerta de una protectora, de una clínica veterinaria o en la calle, esperando que alguien se compadezca y lo acoja.

¿Soy capaz de asumir todo lo que implica?
Un animal es un ser vivo que puede cometer errores; mientras sea cachorro, hará sus necesidades en cualquier sitio, llorará por las noches, se esconderá en los rincones, arañará el sofá, se comerá un zapato o tendrá que acudir al veterinario con una emergencia. Todo esto no se solucionará con la violencia o con gritos, sino con educación. Debemos aceptar que existe un margen de daños en el hogar que formarán parte de la experiencia de compartir nuestra vida con un animal.
Una de las verdades que se deben asumir es que las mascotas no pueden ser evaluadas desde patrones humanos. Ellos no son humanos por lo que no podemos esperar que se comporten como tales, aunque muchas veces lo tratemos como si lo fueran.






¿Tengo tiempo?
Desde el mismo momento que tomamos la decisión de llevar una mascota a casa, nos está exigiendo dedicarle un poco o mucho de nuestro tiempo. Las necesidades de nuestra mascota son muchas: pasearle, peinarle, jugar, asearle, ejercitarle, hablarle, acariciarle, educarle, atender a sus necesidades, etc. El aislamiento y la falta de tiempo para con él, influirán mucho en su carácter.

¿Tengo espacio?
Las características del animal juegan un papel muy importante en el proceso de reflexión. ¿Cuántos perros medianos o de gran tamaño viven en apartamentos? ¿Cuántos necesitan diariamente quemar energía y están atrapados entre cuatro paredes? Las dimensiones del animal no es lo único que debemos analizar; ya que existen razas que, aunque tengan un tamaño pequeño, se caracterizan por ser muy activas y necesitan de espacio a su disposición.  Informarse y asesorarse por un experto es la mejor opción.
  
¿Mi economía me lo permite?
Debemos tener muy presente que la manutención de una mascota sumará algunas cifras mensuales al presupuesto familiar. Aparte de la alimentación, están las vacunas, la desparasitación, consultas veterinarias, medicamentos, gastos de emergencia, etc. Si no podemos permitirnos estos gastos, no deberíamos tener una mascota.

¿Una mascota se adapta a mi vida?
Debemos adoptar en consecuencia con nuestra edad. Una persona mayor no debería adoptar un cachorro, ya que exige un ritmo acelerado de vida que su dueño no podrá ofrecerle.
Pero no sólo debemos pensar en esta cuestión, tan importante o más será qué hacer con la mascota cuando nos vayamos de vacaciones o cuando comience a mudar el pelaje.
Resumiendo, podemos decir que un animal de compañía no se adopta sólo porque sea bonito o simpático. Conocer las características de su temperamento, el tamaño que alcanzará, su energía, su mantenimiento y predisposición a enfermedades, es fundamental para verificar su verdadera compatibilidad con el grupo familiar.

Beneficios de una mascota en casa.
·         En niños y adolescentes, una mascota promueve madurez, pues le da valor al compromiso adquirido.
·       Sus adoptantes se hacen más sensibles y tolerantes, porque entienden que los demás tienen sus propias necesidades, temperamentos y formas de expresarse, y eso debe ser respetado.
·         En niños y adolescentes aumenta la autoestima una vez que sus padres depositan en ellos alguna de las tareas del cuidado de la mascota.
·         La presencia de una mascota suele estrechar los lazos familiares puesto que se convierte en un tema de interés para todos, del que pueden conversar libremente y que puede servir de ejemplo a los padres para afinar algunos aspectos en la educación de los hijos.
·         Despiertan el sentido de la responsabilidad. Incluso, hay estudios que han revelado aumento en la inteligencia de los niños, mejores habilidades sociales y cognitivas, regulación de la rebeldía en adolescentes, disminución del sentimiento de soledad en las personas mayores y recuperación temprana de enfermedades, mejora del humor, liberación del estrés…
·         Nuestras mascotas pueden enseñar a los más pequeños las particularidades del ciclo de la vida: nacer, crecer, desarrollarse y morir. Cuando una mascota muere, suele ser la primera vez que los niños se enfrentan al tema de la ausencia de un ser querido, lo que implica un aprendizaje fundamental para la realidad humana.

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